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La economía de las gentes de Donillas ha girado desde siempre alrededor de cinco circunstancias muy marcadas que, a veces, se superponen unas con las otras. En primer lugar una agricultura minifundista de subsistencia (hasta hace bien poco sólo superaban la hectárea media docena de fincas) unida a una ganadería usada para el trabajo y/o el autoabastecimiento. En segundo lugar la demografía. En los años 40, 50, 60, la media de personas por hogar superaba los siete miembros sin contar a los abuelos. Este dato disminuirá drásticamente en las generaciones posteriores pasando a partir de los 80 a ser de cuatro en la mayoría de los casos. En tercer lugar, la fuerte mecanización producida a mediados de los 70 abrió unas enormes posibilidades de producción, muy aminorada por el propio minifundismo. Tal vez el hecho más determinante ha sido el comienzo de los regadíos del pantano de Villameca lo que supuso el comienzo de producciones de patatas en cantidades considerables por lo que cada familia prácticamente aseguraba unos ingresos suficientes cuyos efectos veremos más adelante. Desde siempre los hombres y mujeres de Donillas han tenido fama de hacendosos trabajadores. El trabajo se desarrollaba en tres frentes: producción agrícola, el cuidado del ganado y la huerta. Quienes ya pasamos de los 40 aún recordamos unos usos labriegos arcaicos tanto en los métodos como en los aperos (baste recordar la TIVA, usada ya por los romanos). Eso sí, era lo que había en todos los sitios. Para que no resulte lioso hay que dividir el tema en dos bloques: el campo y los trabajos.
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Los trabajos |
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Resulta complicado hacer pequeño un tema tan extenso sin dejar en el olvido aspectos importantes o, cuanto menos interesantes. De todos modos, voy a intentarlo. Desde que yo me acuerde (ya más de 40 años) las labores agrícolas no evolucionaron hasta la llegada de la trilladora, el tractor, la cosechadora... Me pregunto qué sería de nosotros si tuviéramos que hacer durante un año entero lo mismo que se hacía hace 45 años. ¡Pobres vacas! Los que sabemos., (algunos ya no mucho) lo que era ir al monte con el carrín de abono; o a arar con el "cuelmo" sobre el yugo; o los agobios para recoger aquellos inmensos carros de hierba que ocupaban todo el camino; o el no menos asfixiante trabajo de la siega, trilla y recogida de la paja; o, por qué no, un día sí y otro también, a llenar nuestro carro de patatas - nevando si era necesario -. Yo, personalmente, no puedo dejar de mencionar el que me resultaba más martirizante de todos y que, por ser el más pequeño me tocaba siempre; me refiero...a sacar las hierbas. ¡Qué horror!. Con lo fácil que es ahora esparcir un poco de sulfato... Pero hagamos un poco de historia. En tiempos de nuestros abuelos y más, los cultivos eran el centeno, trigo, un poco de lino, patatas y hierba. Los cereales alimentaban el ganado y "fabricaban" el abono y cómo no, después de ir al molino más cercano - seguro que a varios kilómetros de Donillas- se usaba para hacer EL PAN en el horno del pueblo. El resto del sustento se sacaba del huerto y del ganado. Como no es más rico quién más tiene sino quien menos necesita, digamos que iban tirando. LA PRIMERA REVOLUCIÓN. Todo lo que hasta entonces era estático y atávico, sufrió un brusco empuje con la llegada del agua del pantano. Si hasta entonces la vida de las gentes era tranquila, se volvió un ajetreo incansable. El centeno se sembraba sólo donde no llegaba el agua sustituido por trigo y algo de cebada un año, y patatas al siguiente. Los métodos de trabajo seguían siendo los de toda la vida, sólo que ahora se necesitaba más abono, aradas más profundas, regar, sulfatar, "mullir", arar, sacar hierbas... todo esto compaginado y añadido a las labores tradicionales. Otro cambio importante tuvo su origen en el riego. Todo lo que no se sembraba de patatas debía ser sembrado de trigo. Su cultivo debía ser más cuidadoso que el del centeno - aún recuerdo los enormes montones de "magarzas" que quedaban por las orillas- sobre todo a la hora de la siega. Con todo, el auténtico cambio se produjo en la era. Para quienes lo vivimos no resulta difícil recordar aquellas 12 ó 14 mañanas girando sobre los trillos tirados por la pareja de vacas, poniendo especial cuidado para que no cayera a la trilla lo que no debía caer, recoger la trilla en la "parva", barrer concienzudamente cada palmo de era y, como no, tragar polvo y más polvo tratando de colocar en cualquier agujero del pajar la paja trillada hasta que se salía por el "buquirón". Es obligado anotar que con el trigo, las vacas comían paja de calidad y nuestros labradores amasaban pan de trigo. A pesar de que las tierras" eran cada vez más pequeñas como resultado de las partijas de herencias, no afectaba casi a la producción pues nuestras queridas vacas no necesitaban grandes espacios para dar la vuelta. Fue esta una época en la que se movieron importantes capitales para comprar nuevas tierras y construir nuevas viviendas. En efecto, entre 1960 y 1970, la fisonomía del pueblo vivió el cambio más brusco de su historia. Al menos 10 nuevas casas aparecieron donde no había nada o reemplazando a los antiguos caserones. Casas todas ellas edificadas con el mismo patrón (ladrillo y pizarra, planta cuadrada, dos alturas, cancela, habitaciones amplias, comedor reducido y con baño, aparte de otras cosillas). Este importante cambio hizo de Donillas uno de los pueblos más nuevos seguramente de toda la provincia. SEGUNDA REVOLUCIÓN A mediados de los 70, si no recuerdo mal, se produjo otro hecho fundamental que con todo en Donillas no tendría las consecuencias antes dichas. Se trata, naturalmente, de la llegada de las máquinas. Las primeras en llegar - proteja Dios siempre la ignorancia- fueron los dos LANZ de Angelín y su hermano que se dedicaron muchos meses a rebajar altos para llenar llanos, de una forma poco científica, que en muchos casos perjudicó seriamente las cualidades de un terreno que ha tardado años en recuperarse. Eso sí: era una gloria ir a regar las fincas rebajadas. De repente, ¡ZAS!, aparecieron tractores como flores. En un par de años, uno en cada casa; eso si, pequeños, pues las economías no estaban muy boyantes. En cualquier caso, el inmovilismo y el atavismo anteriores cedieron a nuevos estilos y nuevos productos. Los más atrevidos incorporaron nuevos frutos (plantón, alubias, remolacha azucarera,...) con resultados más que aceptables. Por otra parte, como no era necesaria tanta mano de obra, se hizo normal que la mayoría de los jóvenes se fueran a estudiar. Estaba todo el verano para no olvidarnos de dónde habíamos salido. De la noche a la mañana el carro dejó de acarrear, las "vertederas" desaparecieron y la tiva y la rastra dejaron paso a una cosa rara llamada "grada" que, si la clavabas algo más ponía al tractor de manos. Por supuesto: los jóvenes, y no tan jóvenes, ya no saben lo que significan palabras como " bimar", "ralvar", "cuelmo", "carrillo", "parva", "cañizas"' "morena" y tantas otras. Es preciso decir que a pesar de aumentar las producciones, los costos de producción crecieron proporcionalmente con lo que las economías familiares no se vieron mejoradas ostensiblemente. La aparición de nuevas máquinas tales como trillos, cosechadoras, empacadoras, remolques esparcidores, segadoras, recolectores de patatas y remolacha, etc. han hecho que los trabajos sean infinitamente más llevaderos que en la etapa anterior y, donde antes se necesitaban 4 personas, ya casi sobra con una y lo que costaba 15 días de trabajos agotadores (siega, trilla, etc.) a muchas personarlo desempeña una persona sola en el mismo tiempo. Finalmente, hay que reseñar otro cambio importante producido por la incorporación de la remolacha azucarera que supuso, o bien el final de la hegemonía de la patata o un aumento considerable de tonelaje al sumar las producciones nuevas de remolacha con las de siempre de patatas. Si a esto unimos pequeñas subvenciones de la CEE al cereal y otras producciones, el resultado final en términos de renta (ingresos-gastos) de cualquier agricultor es similar al de cualquier asalariado medio. Siempre habrá las impertinentes excepciones tanto por arriba como por abajo. LA ÉPOCA ACTUAL Dado que se impone- por pura necesidad- una fuerte mecanización, sería insostenible al tiempo que imposible mantener la estructura minifundista de las épocas anteriores. Esta circunstancia ha forzado a los agricultores en activo a "repartirse" los territorios de siembra, bien mediante arriendos, bien mediante permutas provisionales. Dicho de otro modo: "tú siembras la poza de la Sardina, yo el Cotico y él las Reguerinas" Estos acuerdos han hecho posible ver plantaciones que superan con facilidad una o dos hectáreas. Es evidente el hecho del despoblamiento alarmante que sufren los pueblos de La Cepeda, hecho al que Donillas no permanece ajeno a pesar de mantener el tipo durante muchos años. Debido, sobre todo, al envejecimiento de la población cada año son menos las personas que siguen activas en la labranza. A este ritmo, en pocos años no habrá nadie de Donillas trabajando en el campo. ¡¡¡ Ahora que tenemos concentración parcelaria ¡¡¡ |
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