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María Consolación Cabero Domínguez en su libro "Astorga y su territorio en la Edad Media", ya alude a la gran cantidad de molinos que aparecen a lo largo de nuestras corrientes fluviales. Hasta la segunda mitad del siglo XX, el molinero fue uno de los personajes populares de los distintos pueblos cepedanos. Hoy empieza a ser figura del recuerdo. El Catastro de Ensenada –siglo XVIII- nos informa detalladamente de aquella actividad. La mayoría de los molinos contabilizados solo operaba durante el invierno cuando había buena corriente de agua. Los más grandes eran de dos rueda, aunque la mayor parte sólo tenía una. Algunos de los menores apenas trabajaban unos días, para la molienda de una familia o poco más. Prácticamente todos los lugares de la Merindad de La Cepeda y los señoríos de Valdemegaz y Otero contaban con instalaciones para la molienda. Del siglo XVIII es también un bello mapa en el que aparecen terrenos de Sopeña, Carneros, y Brimeda, documento en el que destacan siete molinos de la moldera y presa del Rey. La obra está en la Real Cancillería de Valladolid. Los desarrollos industriales han acabado con aquel viejo oficio molinero, tan ligado a nuestros ríos y arroyos. Poco a poco van cayendo las viejas instalaciones, donde ya no se habla de granso ni de maquilas. En románticos enclaves de toda la geografía se pueden contemplar las dramáticas secuelas del paso del tiempo. Ni ratas ni gorriones espían allí el ir y venir de los campesinos con sus quilmas de grano. Perduran unos pocos molinos, más por la sensibilidad de sus dueños que por el aprovechamiento económico. La sociedad debe agradecer el esfuerzo a quienes los mantienen en pie. Bueno también es explicar a los poseedores de alguna de las edificaciones que hay una salida económica; la reconversión en vivienda rural. Los molinos suelen estar todos en enclaves privilegiados, al lado de una naturaleza frondosa. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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En torno a ellos siempre se puede escuchar los agradables cantos de la avifauna de ribera y el eterno y sedante rumor del agua. En estos momentos en los que los habitantes de las ciudades están volviendo la vista al entorno rural, los molinos sin uno de los destinos preferidos. Quizá por su entorno de belleza incomparable o quizá por toda la historia que se esconde en sus paredes. El paseante que recorre tranquilamente la comarca cepedana puede hallar aún varios pueblos con molino. Otros sólo lo conservan en el recuerdo. En Villamejil, en el corazón de la Cepeda, ya sólo quedan los viejos muros del último que resistió hasta hace unas décadas. Terminó con él el fuego. Ahora, en el interior de su arruinado recinto, crecen las zarzas y los salgueros y cantan mirlos y jilgueros. Sin embargo, el pueblo está cruzado por la molera, la vieja moldera que daba agua para los tres establecimientos que funcionaron aquí hasta inicios del siglo XX. La Asocicación Ordoño I y la Junta Vecinal, con ayuda del Instituto Leonés de Cultura, está iniciando una labor de arreglo de la moldera, para evitar que acabe desapareciendo. En el 2001se ha arreglado un tramo y se ha erigido un rústico monumento en memoria de los molineros y molinos cepedanos: una sencilla rueda de molino sobre un basamento de piedra. Lo más artístico del monumento, es sin duda, una bellísima erámica realizada por el prestigioso ceramista valenciano, Manuel Benlloch. En ella se presenta una visión imaginaria de los viejos molinos del lugar. Se trata de una auténtica joya cerámica, que ennoblece el proyecto de salvar la moldera. Y si en el 2000 se rindió honor a la molienda en la exposición de la Tierra de los Amacos (en la que figuran molinos prerromanos y romanos) en el 2001, el molinero fue otra de las figuras recordadas, en la exposición Los Trabajos y los Días, que se presentó en agosto en la sede de la Casa del Concejo de Villamejil, muestra destinada a rescatar para el recuerdo colectivo nuestros viejos oficios. Son esfuerzos encaminados a fomentar el amor por lo nuestro, nuestro patrimonio y nuestra cultura. Si no lo defendemos nosotros nadie vendrá a conservar. Pero volviendo al principio, en aquellos tiempos, la geografía molinera cepedana era así (respeto las demarcaciones y nombres del Catastro):
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